sábado, abril 01, 2006

sábado, marzo 04, 2006

Las diez grandes ideas de la Ciencia. Existimos en el espacio y actuamos en el tiempo

Gentileza: Manuel Calvo Hernando
Periodista Científico Español

Peter Atkins, catedrático de Química de la Universidad de Oxford, es autor de libro "El dedo de Galileo", un tomo de 436 páginas. ¿Por qué su dedo? Porque Galileo representa el punto de inflexión, el momento en que la empresa científica cambió de rumbo y sus cultivadores dejaron sus cómodos sillones, pusieron en duda la eficacia de la alianza entre racio-cinio y autoridad, con la que hasta entonces se había intentado luchar con la naturaleza del mundo, y dieron los primeros pasos titubeantes por la senda de la ciencia moderna. Arkins es autor de manuales de química de fama mundial y de obras de divulgación como La creación, de la que Richard Dawkins ha dicho que es “el libro de divulgación científica más hermoso que se haya escrito jamás”

Resumimos las diez grandes ideas de la ciencia, tal como las expone en su libro el profesor de Oxford.

1. Evolución. Emerge la complejidad. ¿Cómo se origina toda esta rica variedad de seres vivos? Lamarck (1744-1829) creyó haber dado con la clave. La pobreza y la enfermedad le acompañaron toda la vida, pero fue el fundador de la bio-logía de los invertebrados (término acuñado por él) e intentó encontrar una explicación de la existencia de las especies. La chispa de Darwin se encendió el 28 de septiembre de 1838, mientras pensaba sobre la amplia información que había reunido en su viaje en el “Beagle”, que duró cinco años. Leía, por entretenimiento, el Ensayo sobre el principio de la po-blación, de Malthus. Después se pasó 20 años reflexionando y el 1 de julio de 1858 salió a la luz, y el informe se publicó en noviembre de 1859.

La selección natural es una idea sencillísima, pero su aplicación es muy complicada. El “éxito” en este campo es algo más que mera supervivencia. Es también la capacidad de seguir reproduciéndose. Este principio se halla en el origen de la desafortunada y tan malinterpretada expresión “la supervivencia del más fuerte”, acuñada por Herbet Spencer en 1862. Cuando se considera la selección natural, hay que recordar que se trata de un proceso totalmente localizado en el espa-cio y en el tiempo. Está implicada por completo en el presente y carece en absoluto de previsión,

2. ADN. La racionalización de la biología. La gran idea es aquí “La herencia está codificada en el ADN”. Cada uno de nosotros en cien billones de seres, aproximadamente. Cada una de nuestras células (y rondan el centenar de millones), la mayoría tan distintas que hacen falta doscientas para llenar el punto de esta i contiene una plantilla de todo nuestro cuerpo. En principio (una expresión siempre peligrosamente sospechosa) si descomponemos un cuerpo en sus cien billo-nes de células, podría engendrar cien billones de personas, y si volvemos a separar todas esas personas una vez más, podrían convertirse en unos cien billones y pronto usted y sus clones dominarían por completo todo el universo. Por suer-te, hay limitaciones físicas y biológicas que hacen imposible esta fantasía. Pero la mera posibilidad de imaginarla sugiere que nuestros conocimientos sobre la naturaleza celular de la vida han alcanzado cotas sin precedentes.

El autor de este libro se formula dos preguntas para desvelar el misterio del cromosoma. ¿De que está hecha la herencia? ¿Qué es la encarnación física de la información genética? La idea de que una sustancia química lleva codificada la infor-mación hereditaria había surgido en el siglo XIX. Una vez aceptado, a partir de 1902, aproximadamente, que las proteína son largas moléculas fibrosas, se vivió un entusiasmo generalizado ante la idea de que las proteínas llevaban codificada la información genética, con distintas secuencias de aminoácidos que transmiten mensajes diferentes de una generación a la siguiente.

3. Energía. La universalización de la contabilidad. La energía no ha dejado de ser un aspecto del discurso literario, pro hoy cuenta con una vida nueva, rica y claramente delimitada dentro de la ciencia. Thomas Young (1773-1829) afirmó que el término energía podía aplicarse al producto de la masa o peso de un cuerpo por el cuadrado del número que expresa su velocidad. La observación era incompleta, pero abría un camino fascinante para entender la interpretación actual del concepto de energía y su gran importancia de su conservación. El trabajo, por ejemplo, es energía transferida de tal manera que, al menos en principio, esta energía pueda utilizarse para levantar un peso, o, en términos generales, para mover un objeto.

4. La entropía. El resorte del cambio. La gran idea es que todo cambio es consecuencia de la caída sin finalidad de la energía y la materia en el desorden. Por ello, C.P. Snow pudo afirmar que “desconocer la Segunda Ley de la termodinámica es como no haber leído nunca una obra de Shakespeare”. Una pregunta que cualquiera podría olvidarse de plantear es por qué pasan la cosas.
El profesor Atkins, en el libro que glosamos, dice que al buscar la respuesta a esta pregunta podemos llegar a una comprensión absoluta. La respuesta a la interrogación sobre el origen del cambio está en un campo científico llamado termodinámica, y que es el estudio de las transformaciones de la energía, en concreto del calor en trabajo.

5. Átomos. La reducción de la materia. La gran idea: que la materia es atómica. La ciencia tardó en captar la matemática de la materia que en entender el movimiento de esta materia. La naturaleza de lo tangible era más escurridiza que el movimiento de la tangible en el espacio, ya que si bien fácil adjudicar números a las diversas posiciones en el espacio y en el tiempo, no se tenía aún la más remota idea de cómo adjudicar números a la materia. ¿A decir verdad, los números afectaban siquiera en algo a las propiedades comúnmente consideradas químicas? ¿Acaso la naturaleza de la materia iba a ser eternamente una mera cuestión de especulación?

Pero, ¿qué son los átomos? ¿Cómo se transforman? La primera demostración de que los átomos tienen una estructura interna fue obra de J. J. Thomson (1856-1940), que en 1897 probó que podían detectarse electrones dentro de los átomos mediante descargas eléctricas. Los electrones eran la primera de las partículas subatómicas (partículas más pequeñas que los átomos) en ser identificadas. El número atómico quedó expuesto a la determinación empírica gracias a una técnica desarrollada por Henry Moseley (1887-1915) antes de ser llamado a filas y morir de un balazo en Gallipoli. Como escribiera Wilfred Owen antes de encontrarse con su propia bala la víspera del final de la guerra:
Hice mío el coraje y obtuve misterio;
hice mía la sabiduría y obtuve dominio

6. Simetría. La cuantificación de la belleza. La gran idea aquí nos llega de Galeno: “Crisipo sostiene que la belleza no consiste en los elementos, sino en la simetría de las partes”. ¿Sería posible que la belleza fuera la clave para comprender este hermoso mundo? El escultor griego Policleto de Argos, que vivó hacia 450-420 a.C., estableció las bases de nuestra comprensión actual de las partículas fundamentales. Uno de los grandes logros de la ciencia del siglo XIX fue la demostración, por el científico escocés James Clerk Maxwell (1831-1879) de que el mejor modo de concebir las fuerzas eléctrica y magnética era considerarla como las dos caras de una única fuerza electromagnética.

7. Cuantos. La simplificación de la comprensión. La gran idea, en este caso, fue la siguiente: Las ondas se comportan como partículas, y las partículas, como ondas. Una buena frase de Richard Feynman es: “Si alguien afirma saber de lo que trata la teoría de los cuantos, es que no la ha comprendido”. Hasta finales del siglo XIX, las ondas eran ondas y las partículas, partículas, sin ninguna ambigüedad. Pero, por desgracia para el entendimiento simplista, esta distinción no superó el cambio de siglo, entró un virus en la física clásica y, a las pocas décadas del siglo XX, la enfermedad que portaba lo había destruido todo por completo.

8. Cosmología. La globalización de la realidad. La gran idea es que el Universo se está expandiendo. La arrogancia del logro majestuoso está en la capacidad de la ciencia para aplicarse a la mayor cuestión de todas: el origen del Universo. La humillación ineludible e irónica es que cada revolución astronómica y cosmológica los ha reducido la singularidad de la posición del Hombre. Desde Ptolomeo para acá, el Sol se ha visto empujado a una posición insignificante en una galaxia insignificante en un grupo insignificante en el que puede resultar ser un Universo insignificante.

9. Espacio-Tiempo. El ámbito de la acción. La Gran Idea es: El espacio-tiempo está curvado por la materia, junto con una frase de Einstein: “Tiempo y espacio son modos mediante los que pensamos y no condiciones en las que vivimos”.

¿Dónde sucede todo? Cuando miramos a nuestro alrededor, la respuesta parece evidente. Existimos en el espacio y actuamos en el tiempo. ¿Pero qué es el espacio y qué es el tiempo? Pensamos en el espacio como un escenario, tal vez inmaterial. El tiempo distingue acciones sucesivas, es un rasgo del Universo que nos permite reconocer el presente como una frontera siempre cambiante entre el pasado y el futuro. En otras palabras, el espacio desenreda sucesos simultáneos; el tiempo distingue el futuro imprevisible del pasado inalterable. Juntos, espacio y tiempo extienden los sucesos sobre los lugares en una secuencia ordenada, haciéndolos comprensibles. Pero tales de espacio y tiempo son más afines al sentimiento que al verdadero conocimiento. Tal sean el puto de partida de un filósofo que el punto de llegada de un científico.

10. Aritmética. Los límites de la razón. La Gran Idea es ésta: Si la aritmética es consistente. Es incompleta. Una de mejores creaciones de la mente humana es la matemática, pues no sólo constituye la apoteosis del pensamiento racional, sino que también es la espina dorsal que confiere a la especulación científica la rigidez necesaria para afrontar la experiencia. Las hipótesis científicas son como gelatina: precisan de la rigidez de la formulación matemática para soportar la verificación experimental y acoplarse a la red de conceptos que componen la ciencia física. Una opinión muy extendida es que la matemática no es una ciencia, pues, quieras o no, puede hacer girar sus propios universos de discurso, universos de discurso, universos que apenas necesitan mantener relación con el mundo en el que parece que habitamos, salvo en el sometimiento a los rigores de la lógica.

Por lo tanto, cabría pensar que la matemática es una intrusa en este volumen que glosamos, pero resulta tan central en el modo de pensamiento de un científico que es mejor considerarla una huésped bienvenida y recibirla como una ciencia honoraria. Además, con el avance de la abstracción en las ciencias físicas y su estimulación en el seno de las biológicas, determina dónde termina la matemática y comienza la ciencia es tan difícil e inútil como trazar el mapa de las márgenes de una neblina matinal.

Peter Atkins: El dedo de Galileo: Las diez grandes ideas de la ciencia. Espasa, 2003.

miércoles, febrero 01, 2006

DESAFÍOS ACTUALES EN MATERIA DE DIVULGACIÓN CIENTÍFICA

Por Manuel Calvo Hernando


Entre tanto como nos falta por conseguir en este siglo XXI, y después de lo hemos avanzado es las últimas centurias, las sociedades del Tercer Mileno se enfrentan con un objetivo importante, porque de su incumplimiento se puede derivar grandes daños. Se trata de la necesidad de hacer partícipe a la sociedad del conoci­miento científico, de sus beneficios y de sus riesgos y de promover un diálogo razonable entre quienes tienen a su cargo la actividad científica, y el resto de los ciudadanos.

Análisis recientes sobre la ciencia y los científicos, actualizan la paradoja, ya advertida por Carl Sagan, de que en una sociedad cada vez más influida por la ciencia y la tecnolo­gía, el ciudadano de a pie sepa tan poco sobre estas cuestiones, a pesar de que actúan directamente sobre su vida individual y colectiva.

La ciencia y la tecnología influyen en las estrategias industriales y las transforman, modifican las economías naciona­les, prolongan la duración de la vida media de las personas, actúan sobre la demografía de los países, superar las diferencias fronterizas utilizando las comunicaciones por satélite y facilitando los viajes y el turismo. En una palabra, todas las actividades humanas han sido y son transformadas por la actividad científica y tecnológica, y casi siempre en beneficio del individuo y de la sociedad.

A pesar de todo ello, el gran público, esa mayoría silencio­sa que en los países democráticos influye en el poder público y en sus cambios, vive relativamente pasivo a esta fuerza y a estas posibilidades de la ciencia y de la técnica. Todo parece como si la ciencia y la tecnología pertenecieran sólo a quienes las hacen y, todo lo más, a los gobernantes.

RETOS DESDE EL PERIODISMO CIENTÍFICO

Uno de los problemas permanentes en el Periodismo Científico son las relaciones entre científicos y periodistas. Hay también diferencias entre ambos colectivos, sobre todo en lo que se refiere al concepto de noticia y al tiempo que transcurre, o debe transcurrir, entre la realización del trabajo (científico o periodístico) y su entrega al público.

Aparte de los desafíos derivados de circunstancias específicas del siglo XXI, existen otros retos que, por decirlo así, venían ya acompañando a la divulgación de la ciencia desde que, a mediados del siglo XX, tomó carta de naturaleza en el mundo. El descubrimiento científico, por ejemplo, es raras veces espectacular; lento y por lo general incluso difícil de situar en el tiempo y aún en el espacio (más de una vez dos científicos que no se han visto nunca coinciden en llegar simultáneamente a las mismas conclusiones, que pueden llevarles hasta un importante descubri­miento). El hallazgo suele ir precedido de un largo trabajo en el que los fracasos son tan importantes como los éxitos.

Otros problemas son la oscuridad y la complejidad de lo expuesto. En general, las teorías científicas modernas son cada vez más impenetrables para el profano; en cuanto se quiere hacer algo más que describir algunos resultados concretos, hay que suponer por parte del lector o del público en general unos conocimientos y una paciencia de lo que, en realidad, sólo disfruta una minoría.

Ello explica la necesidad de utilizar diversos medios para reducir el esfuerzo del destinatario. Las ilustraciones (fotos o dibujos) no bastan por sí solas. Las historietas en dibujos pueden ayudar, pero es empresa difícil. En cambio, la novela científica puede aportar una valiosa contribución, como lo demuestran muchas aportaciones de la ciencia ficción al desarro­llo de vocaciones para la ciencia o la técnica.

Otros desafíos del periodismo científico para los años próximos se derivan de la agudeza del problema del conocimiento, al que se vinculan la mayor parte de los conflictos contemporáneos: la superpoblación, la contaminación ambiental, el agotamiento de los recursos naturales, los medios de destrucción total, el aumento de desigualdades entre seres humanos en materia de riqueza y de educación.

AVENTURA EN EL LABORATORIO

A estos desafíos de carácter electrónico, se añaden otros que son consecuencia de cambios en la investigación científica. Walter Sullivan, que fue editor científico del New York Times, ha subrayado que hoy la "aventura" se desarrolla principal­mente en el laboratorio y, por tanto, suele ser más difícil describirla al público. Este es uno de los desafíos actuales del escritor científico. Pero ello no significa que no sea posible transmitir emociones al relatar los descubrimientos en la física, la química o la biología. Tengo en la memoria del corazón la autobiografía del premio Nobel François Jacob (La estatua interior), cuando describe sus jornadas en el laborato­rio y la inquietud de cada comprobación para ver si los datos indicaban algo importante para la solución del problema que trataban de resolver. Esto era para él "tan emocionante como escuchar la radio en tiempos de crisis o ver el final de una película policíaca".

Otro desafío no es de ahora, pero sigue planteado: a principios del siglo XX. El físico Robert Oppenheimer, que tuvo días de gloria y días de dolor, analizaba las dificultades que entonces encontraba la divulgación de la ciencia: la gran distancia que existía, y que ahora se ha multiplicado, entre las enseñanzas que se reciben en la escuela y los progresos de la ciencia durante la vida de un ser humano. Hoy, la ley de la aceleración de la historia interviene también en la ciencia y nadie podrá, apoyándose en los programas escolares de hace varios años, comprender, por ejemplo, los últimos trabajos sobre las partícu­las fundamentales de la materia o, simplemente, lo que ocurre en los cristales semiconductores o en la clonación.

Por otra parte, el hecho de que la masa absoluta de conocimientos disponibles se hayan multiplicado considerablemen­te, determina que un solo hombre no es ya capaz de abarcar siquiera una parte de ellos. Hoy no es posible que un espíritu genial sea al mismo tiempo filósofo, artista, geómetra y médico. La unicidad del saber se ha perdido: es como un espejo muy grande que se rompe en muchos trozos y cada uno de ellos refleja el mundo a su modo. Esta era quizá la gran nostalgia de Oppenheimer, su mayor pesar (Rouzé, 1962).

PERIODISMO CIENTIFICO: EXPLICAR EL UNIVERSO

En última instancia, los problemas del periodismo científico se derivan de la obtención de datos (fuentes) y de la capacidad de expresión y de transcodificar el mensaje científico para que lo entienda las personas no especializadas. Estamos en la Era de la Ciencia y, por tanto, el reflejo de la actualidad científica y tecnológica en los medios informativos es, o debería ser, la Gran Noticia, la explicación diaria del Universo, el instrumento de participación de la gente en esta singular aventura de la especie humana que es el conocimiento científico y sus aplicaciones técnicas.

Debemos tener en cuenta que gracias a los avances del conocimiento, muchos millones de personas disfrutan de unos niveles de salud y bienestar que hace sólo un siglo o menos aún, solamente podían ser alcanzados por los poderosos de la Tierra. Pero ni los conocimientos, ni la cultura, ni el bienestar, ni la riqueza, ni la información, están distribuidos equitativa­mente. La mitad de la población mundial vive todavía sometida a las antiguas y penosas servidumbres de la inseguridad, la pobreza y la ignorancia.

El Periodismo Científico es un instrumento para la democracia, porque facilita a todos el conocimiento para poder opinar sobre los avances de la ciencia, y compartir con los políticos y los científicos la capacidad de tomar decisiones en las graves cuestiones que el desarrollo científico y tecnológico nos plantea.

A la gente se le puede decir cualquier cosa, siempre que los términos nuevos hayan sido inventados para definir una novedad. Los términos científicos son herramientas útiles para dar un contenido de veracidad a las narraciones de hechos científicos. Lo importante de su uso es su precisión literal. El término científico está allí para garantizar el origen del texto y su credibilidad, como una consecuencia de la actividad científica.

Parecen evidentes, en todo el mundo, las dificultades de hacer un periodismo científico riguroso, exigente y responsable, y obligado a competir, en la actualidad diaria, con guerras, desastres naturales, crímenes, escándalos de diversos tipos, crisis políti­cas, económicas o sociales, idas y venidas de estrellas del espectáculo y del deporte y hasta con las pseudo­cien­cias, perturbadoras para el individuo y para la sociedad, pero que gozan del atractivo de lo misterioso y de lo irracional.

Desvelar los misterios del universo, enriquecer el conoci­miento, mejorar la calidad de vida, he aquí algunos objetivos del investigador científico. Estos, y todos los demás, habrán de ser proyectados por el periodista especializado en ciencia y técnica para facilitar la comprensión del público, acercarle a la tarea científica y hacerle participar de alguna manera en lo que constituye la más fantástica aventura intelectual de nuestro tiempo.

Y todo esto hemos de hacerlo con los mejores recursos de nuestro oficio y tratando de ofrecer el máximo atractivo. Ni en la divulgación en general, ni en el periodismo científico en particular, podemos pasar por alto sus dimensiones artísticas, lúdicas, divertidas, es decir, debemos presentar el conocimiento al público como un goce del ser humano y de la alegría del saber.

Para Sagan, el problema es sólo uno: no hablar al público en general como lo haría con sus colegas científicos, y utilizar el lenguaje más sencillo posible. El científico debe recordar lo que pensaba antes de entender él mismo lo que está explicando, y señalar los malentendidos en los que él mismo estuvo a punto de caer.

Sagan sostiene que la divulgación de la ciencia tiene éxito si, de entrada, no hace más que encender la chispa del asombro. Y recomienda no crear confusión ni mostrarse paternalista.

Todo lo que hemos dicho podría condensarse en una frase, con la que quisiera acabar. La divulgación es un mandato de la sociedad, de la justicia y de la ética, para que todos quienes estamos afrontando esta serie de desafíos a los que hemos dedicado nuestra intervención, es decir, comunicadores, científicos, docentes, ingenieros y otros diversos tipos de profesionales comprometidos en la responsabilidad que todo esto implica, seamos capaces de PONER LA CIENCIA Y LA TECNOLOGÍA AL SERVICIO DE TODOS.