lunes, agosto 03, 2009

MÁS ALLÁ DE LO OBVIO

EL PAIS; Montevideo, 20/4/05
por Hernán Sorhuet Gelós


Pensar en un solo hogar planetario y en pertenecer a la humanidad como un único grupo social es la propuesta más innovadora y con futuro.

Si algo caracteriza a los tiempos actuales es la necesidad de adaptarse, en forma casi instantánea, a las nuevas conceptualizaciones y enfoques de la realidad. La principal herramienta disponible es la información, y el desafío: la formación de las personas. Nos cuesta aún aceptar que la Tierra no es un hogar provisto de recursos infinitos, o que la dinámica de la vida expresada a lo largo y ancho del planeta es muy vulnerable a la acción humana. De cualquier modo, son evidentes los avances, aunque insuficientes. El discurso y el concepto evolucionan impulsados por los conocimientos científicos, por el aprendizaje que impone el devenir de la vida, y por una transformación que se opera en la psiquis de las personas, replanteándose la relación del Homo sapiens entre sí y como parte indisoluble de la biosfera. Avanzamos desde los años en que se comenzó a hablar de “ecología” (ciencia que estudia la estructura y el funcionamiento de la naturaleza), para luego imponer la visión de “medio ambiente” (todo lo que existe, incluido el ser humano), recurriendo a la “educación ambiental” (proceso educativo que procura hacer entender el medio ambiente, con equidad social y compatibilidad con el desarrollo). Ahora simplificamos nuestra comprensión y relación con el mundo a través del concepto “desarrollo sostenible” (desarrollo basado en criterios no sólo económicos sino también ambientales y sociales). Son avances que han costado mucho esfuerzo lograr. Nos parece importante detenernos un instante en la idea que encierra lo que se denomina: servicios ambientales. Es que en buena medida puede considerarse una síntesis de esa evolución conceptual que intenta reubicar, a nuestra especie, en el contexto del desafiante siglo XXI. Llamamos servicios ambientales a los procesos y funciones de los ecosistemas que, además de influir directamente en el mantenimiento de la vida, generan beneficios y bienestar para las personas y las comunidades. A algunos le gusta diferenciar ecosistemas naturales de antropogénicos (creados o alterados significativamente por las personas); aunque preferimos hablar solamente de ecosistemas naturales, pues los seres humanos y todas sus creaciones, modificaciones y destrucciones son parte indisoluble de la naturaleza. Entonces los servicios ambientales son todos aquellos beneficios intangibles, cuyo uso –si es que lo tiene-, es indirecto, como por ejemplo el control de la erosión del suelo, la regulación del clima, la belleza escénica de un sitio. Algunos los confunden con bienes ambientales, seguramente impulsados por la arraigada deformación que desde siempre impuso, la idea de considerar de valor solo aquello que tiene una utilidad material para nosotros. Un bien ambiental es, justamente, un producto tangible de la naturaleza, como el agua, los peces, la madera, el suelo. Casi sin excepción a éstos bienes le hemos asignado un valor económico, y con ello, condicionado su gestión. Como esta práctica no la hemos utilizado en los servicios ambientales, se puede decir que poco sabemos de ellos. El resultado ha sido la sobreexplotación y la degradación. Entonces, comprender la idea de servicios ambientales significa entender la complejidad del mundo en que vivimos, para actuar en consecuencia. Si así ocurre, el resultado debiese ser el manejo, resguardo, conservación y mejoramiento de los ecosistemas que brindan servicios ambientales para el bienestar de la sociedad. Valorar el concepto de estos servicios requiere un trabajo arduo de sensibilización en todos los estamentos de la sociedad.

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